El hombre natural es orgulloso, egoísta y egocéntrico, pero cuando el Espíritu Santo llena la vida de una persona se produce una transformación, convirtiéndolo en humilde, sumiso, accesible.
¡JESÚS, nuestro gran ejemplo de mansedumbre! Isaías 53:7 “…como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca”.
La mansedumbre del Espíritu en nosotros nos hace responder como lo haría Dios frente a los problemas y circunstancias difíciles.
¡VIVA DIOS Y VIVA SU MANSEDUMBRE EN NOSOTROS!
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